En Argentina, mayoritariamente, sin importar la situación económica del país, una amplia mayoría de la sociedad se percibe como clase media y aspira a que sus hijos trasciendan esta condición. Pero algo que se siente tan común y que sucede por mérito individual como resultado del esfuerzo, ¿es así o es una decisión política que lo sea?
Argentina puede decirse que es un país de clase media, no por su economía o su PBI, sino por el fuerte arraigo que existe entre la población con esta categorización. Tenemos una larga tradición de familias trabajadoras que acceden a la salud, educación universitaria, a ser propietarios y a consumos que son prohibitivos para las clases más vulnerables. Sin embargo, pocas veces percibimos que en la región tenemos casi la exclusividad en este rubro.
En el último tiempo hemos escuchado declaraciones de González Fraga, ex director del Banco Nación durante el gobierno de Mauricio Macri, donde decía “le hicieron creer a un trabajador promedio con un sueldo promedio, que podía acceder a la compra de celulares, televisores o aires acondicionados” o al actual Vocero Presidencial, Manuel Adorni, que “hay una gran parte de la población que era clase media de forma ficticia”, es decir, que había políticas del gobierno anterior que sostenían a una gran parte de la población en la clase media. Podemos ver un denominador común en quienes sostienen a la clase media y en quienes intentan decirnos que si dejamos de serlo es porque nunca lo fuimos: Peronismo y Anti Peronismo.
Antes de la irrupción de Perón en el escenario político argentino, nuestro país era muy parecido a algunos países de la región, con una oligarquía muy acaudalada y una clase trabajadora sin derechos que ganaba lo necesario para subsistir. El fenómeno de la clase media argentina comenzó durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, donde se tomó la decisión política de que esa oligarquía que monopolizaba los medios de producción y la renta, comenzara a repartir la renta entre los trabajadores para que estos también pudieran acceder al consumo. Este hecho se consolidó con el fuerte proceso de industrialización y sustitución de importaciones, donde los trabajadores comenzaron a acceder a trabajos más tecnificados con mejores sueldos, permitiendo la creación de un mercado interno necesario para el desarrollo de la pequeña y mediana industria nacional, y que le dio el volumen necesario para el desarrollo de las grandes industrias exportadoras que hasta el día de hoy existen en nuestro país.
Pero no podemos circunscribir a la clase media argentina solo al acceso al consumo de bienes y servicios, ya que, de ser así, ese sentir habría desaparecido en las etapas de destrucción de los ingresos de los sectores asalariados durante la dictadura del ’76 o de la década del ’90.
Lo que consolidó en la idiosincrasia nacional la pertenencia y la defensa de la clase media como eje regulador de la sociedad argentina fue el Decreto 29337/49 “Gratuidad Universitaria”, lo que permitió a los hijos de esas familias trabajadoras acceder a la educación que era algo reservado para los sectores más ricos de nuestro país. Ahí nació el sueño eterno de las familias argentinas de “mi hijo el doctor”.
El poder sostener una mayoría “clasemediera” requiere de grandes discusiones y fuertes políticas económicas de distribución de los ingresos. Sin ello, la estratificación de clases es un camino inexorable de todas las sociedades del mundo. Para muestra basta un botón: el fuerte aumento de los alimentos del mes de diciembre con la decisión del Gobierno de Javier Milei de congelar los ingresos de los asalariados del sector público y privado, hizo que muchas familias ya no puedan acceder a los consumos propios de la clase media argentina (cultura, salidas, vacaciones, etc.). Situación que se profundizó en los meses subsiguientes por la alta inflación, el aumento de los servicios públicos y la fuerte recesión que significará un aumento en el desempleo.
Si miramos qué ocurre en distintos países del mundo, podemos observar que los estados están muy activos en sostener a las clases medias de sus países. Estados Unidos, por ejemplo, luego de los años ´70 y con el avance del capitalismo financiero que estiró la brecha de ingresos entre trabajadores y CEOs, el Estado tomó la decisión política de sostener el acceso al consumo de su clase media a base del crédito barato al no poder recomponer ingresos.
En Europa, cuna de los estados de bienestar, los gobiernos luego de la Segunda Guerra Mundial tomaron la decisión política de sostener los niveles de vida y de consumo sobre la base de lo que se conoce como ingresos indirectos. Esto es un Estado fuerte que provee servicios de alta calidad para que los ciudadanos no tengan que buscarlos en el sector privado y destinen sus ingresos a otros consumos. Además, de adoptar grandes regulaciones al mercado de alimentos para que estos no impliquen gastos significativos en la canasta básica total. Por ejemplo, en Francia, la rentabilidad de los supermercados no puede superar el 5%. Todas estas son políticas muy fuertes que llevan adelante los Estados para sostener a su clase media, de otra manera, estas irían desapareciendo ya que la concentración económica actual es la mayor de nuestra historia.
Argentina experimentó un resurgimiento de la clase media durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, donde hubo una decisión política de elevar los ingresos de los trabajadores a los niveles más altos de América Latina y de fortalecer un mercado interno que permitiera el desarrollo de las PyMEs, responsables de más del 70% del trabajo registrado de calidad. Según el informe “La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina”, la clase media aumentó en ese período de 9.3 millones a 18.6 millones. Este aumento de más de 9.3 millones representa un 25 por ciento de la población total de Argentina, el mayor porcentaje de crecimiento de la clase media en toda la región durante la última década, seguido por Brasil con un 22 por ciento y Uruguay con un 20 por ciento.
Otro factor concomitante, y uno de los principales ejes que sostienen actualmente a la clase media, es la fuerte sindicalización de nuestros trabajadores. Argentina logró, gracias a una fuerte decisión de los gobiernos de Perón, salir de la lógica liberal de romper el entramado sindical y circunscribirlo a “sindicatos por empresa”, lo que habría generado una destrucción de los Convenios Colectivos de Trabajo y, con ellos, los derechos laborales. Es una constante en América Latina, y en el mundo, que el movimiento obrero organizado sostiene los ingresos y las condiciones de trabajo. Observemos lo que sucede en Alemania, por ejemplo: hoy en día, los sindicatos nombran directores en las empresas para discutir y mejorar las condiciones laborales. Imaginemos una situación similar en nuestro país – ¡ya nos estamos imaginando los titulares de los principales diarios! – hoy, parece muy lejano.
Por eso, históricamente, aquellos que presentan como novedosas soluciones fracasadas, ya probadas durante la dictadura, los ’90 y por Macri, atacan sistemáticamente a los sindicatos como la raíz de todos los males. Intentan romper los Convenios Colectivos de Trabajo por ramas, un hito del sindicalismo local escaso en la mayoría de los países, que genera fortaleza en la discusión y generaliza las reivindicaciones a todos los trabajadores. Consideremos quiénes son hoy los trabajadores cuyos ingresos superan la canasta básica total cercana al millón de pesos. ¡Sí, son los de sindicatos fuertes!
Como vemos, no es casualidad que cuando llegan al poder Gobiernos Antiperonistas busquen instalar en la opinión pública que la Clase Media se sostiene por “una ficción”, o que el Peronismo busca “hacerles creer a los trabajadores…”. Porque en el fondo, lo que buscan es dar fin a los derechos conquistados e instalar nuevamente esa Argentina pre Peronista donde el consumo, la propiedad, la salud y la educación estaban reservados para la Oligarquía y para el resto del pueblo, como decía Atahualpa Yupanqui: “Las penas y las vaquitas se van por la misma senda. Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”.