Eran eso de las 12:00, en casa comúnmente almorzábamos 12:30, a las 13:15 ya arrancaba para el colegio, mis hermanos en la primaria de la Espínola y yo al normal.
“Lucaaas!, vení un cachito”
Me decía mi vieja, mientras terminaba de preparar el almuerzo, peinaba mis hermanos y ordenaba el quilombo del hogar (una masa mi vieja)
Ya conocía ese grito, era la escapadita de casi todos los días hasta el almacén del barrio, a lo de Nancy, rapidito a comprar ese kilo de pan que ya iba a va estar la comida.
En el barrio existían muchos almacenes y popularmente conocidos “Kiosquito” pero particularmente Nancy, “La Pelu” como le decíamos los vecinos, hacía ya más de 20 años que había llegado al barrio y abierto su negocio.
Todavía puedo recordar atravesar esa puerta acortinada y sentir ese olorcito a pan y tortas calentitos de todos, todos los días.
“La Pelu” y Eduardo, su compañero de vida, llevan más de 30 años juntos. Eduardo aparte de su tarea en el negocio también es albañil, saca a veces algunas changas que los ayuda a llevar adelante la gran familia que formaron. Tienen 4 hijos, su casa de barrio, su autito, sus vacaciones, sus salidas y todo lo que ya sabemos hasta incluso los estudios de 2 de ellos que por cierto llegaron a recibirse, todo a fuerza de mucho laburo. “Rompiéndose la espalda” como se dice, cosa que es literal para aquellos que ponen el lomo.
Se dé esto porque me lo comento “Marucha”, una de sus 4 hijas y ex compañera de la escuela del barrio, prácticamente crecimos juntos. Hacia muchísimo no sabía nada de ella, desde la salida de la secundaria claro.
Hace poco volví al Barrio. Mis viejos todavía siguen ahí, en el mismo lugar. Nos juntamos a comer el domingo, no soy del todo “Familiero” y tampoco visito tan frecuentemente el barrio, pero sentía esas ganas de conectarme con todo eso.
“Voy a lo La Pelu a comprar pan y un poco de queso” le avise a mi vieja que se estaba preparando unos “Robles cinta ancha” que mamita querida!
Llegue a lo de Nancy, se alegraron muchísimo de verme y yo también a ellos. Entre compra, risa y anécdotas, me comentaban que les estaba costando mucho sostener el negocio.
“Nos cambian los precios todas las semanas Luquitas” me decía Nancy con un tono y una mirada que dejaban ver esa mezcla de amargura y bronca. “Yo estoy preocupada por cómo viene todo, cada vez compran menos cosas. Igual mi hija me dice que en un tiempo vamos a estar mejor. Pero no sé, vos sabes que hace mucho tengo el negocio y cuando arranca así se vienen feas”
Escuchando a La Pelu me acorde de mi vieja, que siempre que quería hacerme el vivo, me decía “vos te crees que te la sabes todas, pero más sabe el diablo por viejo que por Diablo”. Y siempre tenía razón.
“¿Cómo esta Eduardo, sigue trabajando? O ya colgó la cuchara” le dije.
“No quería seguir trabajando, ya que metió los papeles en ANSES para la jubilación. Pero ahora tuvo que salir a ver si conseguía algo. Está todo muy parado”.
Y así me fui para casa, pensando. Cuando era pibe, en “los noventa”, La Pelu arranco con el negocio cuando Eduardo se quedó sin trabajo. La sortearon bien, después crecieron, arreglaron la casa y conocieron el mar. Ahora los veo, si bien están realizados y pudieron sacar su familia adelante, están preocupados por el futuro. El 65 y ella 61, y todavía les preocupa el futuro. Capaz algo mal estaremos haciendo nosotros, “los jóvenes” si los viejos se están preocupando del porvenir.
“¿Mi vieja estará igual de preocupada? Hablamos poco de eso” dije para mí en voz alta.