Recientemente, del 6 al 9 de junio, los 27 países miembros de la Unión Europea llevaron adelante las elecciones para elegir a los 720 miembros del Parlamento Europeo del período 2024-2029. Con un padrón de más de 359 millones de votantes, sufragaron el 51% de los ciudadanos.
El Partido Popular Europeo (PPE), la alianza multipartidaria donde destacan los socialcristianos (CDU-CSU) germanos, Los Republicanos (LR) franceses y los populares (PP) españoles, se mantiene como la primera fuerza, mejorando sus resultados de 2019. Los Socialistas y Demócratas (S&D), referenciados en la centro-izquierda de Alemania (PSD), España (PSOE), Francia (PS) e Italia (PD), se mantienen como la segunda fuerza del Europarlamento. Sin embargo, perdieran unos 19 parlamentarios. Por su parte, los ecologistas del Partido Verde y los liberales de Renovar Europa (RE) -cuyo eje organizativo es Renacimiento, el partido de gobierno en Francia, de Macron, fueron duramente derrotados en toda la Unión.
Aunque el CDU-CSU -el partido de Ángela Merkel- obtuvo el 30% de los sufragios, el partido Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), pegó un batacazo con su 15,9% de los votos y desplazó al oficialista PSD a la tercera posición, que obtuvo apenas un 13,9% de los sufragios, siendo la peor elección de este tradicional partido germano desde 1949.
En Italia, la primera ministra Giorgia Meloni y su partido Hermanos de Italia (FDI, por sus siglas italianas), ganaron con el 28,8% de los votos, secundados por el Partido Democrático (PD), que obtuvieron el 24,1%.
Por su parte, en Francia, Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés), el partido de la ya conocida Marine Le Pen ganó las elecciones de una manera apabullante, con un 31,4% de los electores. El partido de Emmanuel Macrón, RE, obtuvo el 14,6% de los votos, apenas por encima de los socialistas con un 13,8%.
La ultraderecha, ya no es un emergente, y en estas elecciones de 2024 se consolidó como opción electoral en el corazón económico y demográfico de Europa occidental. Actualmente unos nueve países de la UE tienen, o pronto tendrán, a la ultraderecha conduciendo o acompañando a sus gobiernos. Francia podría ser el décimo. España, con una virtual alianza entre el PP y Vox, podría ser el undécimo.
Sin embargo, el resultado electoral al Parlamento Europeo de este 2024, que luego determina la conformación del ejecutivo de la UE, la Comisión Europea, no significó una crisis para el acuerdo de conservadores y socialdemócratas, que no corre ningún tipo de peligro de perder su mayoría que les permite gobernar a su antojo a la Unión. De hecho, la sumatoria de PPE y S&D es de 321 europarlamentarios. A estos, deben sumarse los 79 legisladores liberales de Renovar Europa (RE), la tercera bancada de la Unión. Con estos, se alcanzan justo los 400 escaños, el piso que consuetudinariamente se reconoce para conformar de manera “legítima” la Comisión Europea, conformada por 27 Comisarios, que hoy preside la alemana Úrsula Von Der Leyen (conservadora) y secunda el español Josep Borrell (socialdemócrata) como responsable de las relaciones internacionales de la UE.
Además hay que tener en cuenta, que la “ultraderecha” se encuentra dividida en el Parlamento Europeo, entre el grupo Identidad y Democracia, (ID) (La Liga de Italia, Agrupación Nacional de Francia, Alternativa por Alemania), más crítico a la idea de la Unión Europea, más radical en sus posturas y con una postura ambigua frente a Rusia, y el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) (PiS (Polonia), Vox de España, Hermanos de Italia de Giorgia Meloni), más dialoguista con el poder político de la Unión y favorable a apoyar a Ucrania en la guerra.
Acá en Argentina, desde “La Libertad Avanza” hablan de un “efecto Milei”. Asumen que el fenómeno del líder libertario es global y que el auge de su figura impulsa el crecimiento de dirigentes que comparten sus ideas. El Presidente se hizo eco de publicaciones que ratifican esa hipótesis. “Triunfa el mundo libre! Europa sigue el camino de Argentina y se afianzan los partidos que defienden la vida, la libertad y la propiedad privada”, escribió el legislador libertario Nahuel Sotelo y Milei lo retuiteó.
¿QUÉ ES LA ULTRADERECHA?
Históricamente, la división entre derecha e izquierda en el ámbito político viene desde la revolución francesa, si bien hay una connotación en general anterior a ello, desde el idioma (lo correcto es algo “derecho” “right”, al igual que la regulación legal de algo, el “Derecho”, mientras que la “sinistra” comparte raíz con lo siniestro o torpe “gauche”. Incluso en el uso cotidiano, si prescindimos de las ventajas tecnológicas que la civilización fue construyendo a lo largo de los siglos, por una cuestión de higiene, conviene separar el uso de las manos para distintas tareas, sobre todo cuando se tiene un acceso limitado al agua: será la derecha la mano para comer, mientras que la izquierda quedará reservada para tareas menos decorosas.
Esta división tajante de las posiciones políticas se consolida a partir de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, y la consiguiente división del mundo en áreas de influencia, además de la eliminación o neutralización de otras alternativas ideológicas. Será la derecha todo lo relacionado al capitalismo del Oeste, mientras que la izquierda será la que referencie al comunismo del Este. Lo que este afuera de esta línea, no era considerado seriamente, a pesar de los intentos de los países que no comulgaban con ninguna de estas dos visiones del mundo, de formar un bloque aparte, que será el de los No alineados, categoría negativa de por sí, en el sentido que se define por exclusión a las dos hegemónicas.
Con la caída de la URSS y con ella casi todo lo que se referenciaba en la izquierda, solo queda el capitalismo occidental, ahora mayoritariamente en su forma democrática liberal, como único centro de referencia, lo que resta o son resabios comunistas (Cuba, Vietnam, Corea del Norte y una China que definitivamente no vieron venir) o un “Tercer” Mundo, pobre y atrasado, cuya mayor aspiración era ser parte de ese “Primer” mundo capitalista.
Acá es cuando esa línea de derecha e izquierda se empieza a desvanecer, y la “ultraderecha” pierde su lugar en un extremo, que tenía más que por su cercanía a la “derecha” a secas, por su oposición a la extrema izquierda. Desaparecida esta del radar, no tiene sentido nombrar a partidos o agrupaciones que económicamente apoyan visiones intervencionistas del Estado, como el extremo de una derecha que se define por su liberalismo económico, más acentuado en la época de la globalización. Tampoco se puede agrupar en un espacio cercano de la línea a una ultraderecha nacionalista y xenófoba, con una derecha cosmopolita y abierta a la circulación, si no tanto de personas, sí de capitales.
Una propuesta para superar la limitación de este análisis político en línea, es utilizar un triángulo, donde el centro no es el liberalismo democrático, sino una punta de sus extremos, siendo las otras el fascismo y el marxismo. Los tres son sistema con fundamentos filosóficos, jurídicos y políticos diferentes, por lo que hasta se puede propugnar que ni siquiera están en el mismo plano, pero si se considera que si, el centro sería una suerte de amalgama de los 3, cosa rara, pero tal vez China podría caber en esta definición, lo que tal vez explicaría la potencia de una ideología que mezcle más o menos armónicamente a la propiedad privada, a un Estado omnipresente y a un orgullo nacional que abreva en la milenaria tradición del gigante asiático. Queda para otro día profundizar en este análisis, interesante, por cierto, y por lo mismo no carente de contradicciones y posibles correcciones sobre la marcha, que el camino se hace al andar.
Volviendo a nuestro país, Milei se encuentra en un extremo, al menos desde lo económico, en el extremo democrático liberal, donde el individualismo y la propiedad privada son las bases de su sistema. No hace falta ser un estudioso del tema para darse cuenta que esas bases no son las mismas que las agrupaciones de “ultraderecha” europea a las que pretende influir, que provienen de la tradición estatista e intervencionista, si bien lejana en el tiempo, del fascismo de los años 30 y 40. Es verdad que varias de estas agrupaciones han dejado de lado ese intervencionismo en la economía, pero sí mantienen su nacionalismo, oposición a la inmigración, y revalorización de la cultura local frente a la globalización, todas estas metas que requieren de un esfuerzo coordinado y sostenido, que el mercado privado no quiere ni puede realizar, por lo que terminarían siendo estatistas a la fuerza, para lograr sus objetivos.
Alguien avezado podrá indicarme que en realidad es Villaruel la que presenta más paralelismo con esa “ultraderecha”. Si bien eso es cierto, la alianza de Mieli con sectores más conservadores en lo moral y en alguna medida nacionalistas, es forzada y difícil desde lo ideólogo, y, de todas maneras, los resortes del poder los manejan los sectores democráticos liberales, dejando en un costado a los otros, sin mencionar el estilo de liderazgo de Milei, que no deja mucho margen de acción a sus aliados, después de todo, en una manada solo existe un león macho adulto, no hay lugar para la competencia.
Incluso es gracioso ver como esta noción de “ultraderecha” lleva a disparates como el que se lista en Wikipedia, donde se dice textualmente: “En Argentina, hoy en día quien representa al sector de ultraderecha es el presidente Javier Milei, seguidor de la escuela austríaca de economía y líder de La Libertad Avanza. También destacan otros líderes marginales como el conservador Juan José Gómez Centurión, el ultranacionalista y neonazi Alejandro Biondini o el periodista Santiago Cúneo” Poner a todos estos personajes juntos en una misma habitación probablemente lleve a insultos mutuos más que a un abrazo fraterno de “ultraderechistas”.
Milei es un personaje conocido en todo el mundo, pero no por ser un referente ideológico, un mesías libertario, sino por sus modales y puesta en escena, que hacen que destaque en un mundo político demasiado opaco y parco en general. Seamos sinceros, si un personaje en Alemania hace campaña blandiendo una motosierra, también saldría en nuestros noticieros, si el presidente de los Estados Unidos afirmara que quiere destruir a su propio Estado, sería noticia global inmediatamente, si algún político de Bulgaria dice que su país va a ser Alemania en 30 años, llamaría la atención.
En resumen, no parece Europa encaminarse hacia un cambio abrupto de régimen en el corto plazo, ni Milei tampoco parece ser el referente mundial de un nuevo movimiento político. El mundo va hacia una confrontación de alianzas que superan la dudosa clasificación de derecha-izquierda, mientras que, en Argentina, todavía discutimos cosas del siglo pasado.