El miércoles a eso de las 13hs. Estaba llegando a Plaza Congreso para sumarme a la protesta contra la Ley de Bases. Subía por Rodríguez Peña celebrando mi regreso a las grandes marchas de La Capital cuando en la esquina de Sarmiento me llamó la atención un “rati” de infantería que estaba en la vereda sin escudo, sin bastón y sin casco. Fumaba con la mirada perdida tratando de pasar lo más desapercibido posible.
“Disculpe Oficial (no pasaba de cabo 1ero, pero a ellos les gusta), ¿todo bien en la plaza?”
“Nooo, se re pudrió, mirá” – dijo señalando la tv tras la vidriera del Celta Bar.
“Uhh bueno mejor me tomo una birrita acá” le dije mientras entraba al bar pa’ ver como venía la mano.
Me senté apuntando a la TV y por atrás entró el “rati” a tomarse una soda con limón. Se apoyó en la barra junto a mi mesa mientras el mozo me acercaba una Quilmes Bock de litro, con papitas y aceitunas, como tiene que ser. Empezó a mirar la guerra por TV mientras meneaba la cabeza, miraba el suelo y refunfuñaba. La frente le sudaba mientras refregaba los dedos roñosos de caucho entre los pelos sucios y el sudor. Parecía que estaba a punto de parir.
“Disculpá” otra vez le pedí perdón sin saber por qué. “¿Porque te hiciste policía?” llega una edad en donde todo te chupa un huevo y te atreves a indagar ásperamente sin titubear.
Sonrió a lo Mollo “Justo me preguntaba lo mismo. En el colegio odiaba el bullyng. A mí no me lo hacían porque me re paraba de manos ya desde wachín, vivir en Casanova es así jaja” y prosiguió “pasa que tengo un hermanito Down, y yo por ese loquito doy la vida. Cuando nació se me dió por querer ser su superhéroe. ¡Y lo soy! Eso me hizo buscar algo donde pudiera ayudar y nada, me metí”
Se mordió el labio inferior meneando negativamente la cabeza mirando el suelo del bar, de baldosas negras y blancas, como un tablero de ajedrez. Estaba impactantemente quebrado, al borde del llanto.
“Hace 14 años que estoy en la fuerza y habré hecho el bien ponele, 10 veces, el resto, una mierda. Todos los días me acuerdo de la primera noche después de mi egreso. Me asignaron a la 1era de Matanza Oeste, calle París, ahí a media cuadra de la plaza”
Me empezó a contar algunas anécdotas de la noche en el conurbano. No sé por qué todavía, pero encontró en mi un confidente desconocido, y se descubrió los misterios de esa maldita policía.
“Salgo con mi compañero a patrullar viste, nos daban un corsita me acuerdo y me dice ‘vamos de Ronda’. Se toma un pase, ‘querés’ me dice ‘no gracias’ y arrancamos.” Empezó a describir lo que muchos creemos, pero nos convencemos de que es un mito urbano.
“Paramos en un pute, se baja y yo me paro en la puerta del coche. Golpea la puerta, abren, que haces Luisito” le dice el guardia, ‘aguantá acá’ me dijo. Sale de toque y me pasa un sobre: ’ponelo en la guantera’” y así continuo por un rato. Lo único que podía pensar era como hacemos. En la TV se veia como la policía salía a cazar a los que fueron a expresarse contra una Ley, una de las tantas que nos han entregado, y que después de Alfonsín habíamos creído que teníamos el derecho de hacerlo.
“Hoy me mandan a la plaza a cuidar a este HDP que acaba de suspender el programa de deportes en el que estaba inscripto mi hermano, ya tiene 17 años y entrenan para competir en los juegos paraolímpicos. No sabes cómo corre ese wacho jajaja”- soltó una risa destrozada. “Recién en la marcha una pendeja me cantó la justa y medio que me quebré, me sacaron del cordón y me dijeron ‘no servís para esto’ y que me olvide de las horas extras”.
Me termine la cerveza, pague y me fui. Mi nuevo amigo me dijo que agarre por atrás, que no iban a andar por ahí “sus compañeros” porque si me iba por la plaza me iban a agarrar. Mientras caminaba hasta una parada de bondi fuera del quilombo le mande un mensaje a mi vieja que me hablaba preocupada.
Como tenía que hacer tiempo le comentaba lo que me había pasado en el bar y que, sentía, que me había “salvado” de que me llevaran – como si hubiera robado algo – y al final me salió una de esas reflexiones que sin buscarlas nacen porque necesitan salir, necesitan encontrar un locutor.
“Vieja, siento que estamos en tiempos raros, vos sabes que siempre vengo a la Plaza, pero es la primera vez que le tengo miedo a los canas. Me cuesta separar que esos cabezas de tortuga son pibes de barrio que encontraron eso para hacer con su vida y ganar un mango. Pero hoy los vi más sacados, como que algo se rompió. Ya no puedo empatizar con ellos y creo que ellos con nosotros tampoco, y cuando pasa eso se van a empezar a venir las feas”